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Club Café Olé

Locales

EL MEJOR CAFÉ DE ROMA

Si amáis el café espresso y pasáis por Roma, no podéis dejar de hacer una visita a la "Casa del caffé tazza d'oro", el café favorito de los romanos desde 1946. La mezcla de café de tipo "arabica" es un secreto celosamente guardado por varias generaciones de dueños de esta tienda.
La mejor calidad de café de todo el mundo llega a Génova o Nápoles en barco para abastecer a esta tienda antigua, cuyo aroma se puede oler desde los alrededores del Pantheon.
Si no os podéis acercar personalmente hasta allí, podéis conseguir el café y muchas más cosas a través de la página web de la tienda.
Allí encontraréis además el licor de café, unos tés selectos y varios objetos para regalo.
La pena es que por internet no pueden enviar su fabuloso granizado de café.

AROMAS DE DAKAR

AROMAS DE DAKAR

Aromas de Dakar es una cafetería que está en el Centro Comercial de Tres Aguas, en Alcorcón. Allí nos podemos deleitar con gran variedad de cafés.

Su especialidad es el espresso, un café fuerte que, si lo tomas con leche su crema se queda en tus labios y su sabor en tu paladar.

Nunca te sientes solo alló, porque Conchi, su propietaria, siempre tiene una sonrisa para sus clientes y conversación.

NOTA: Texto de Milindris; imagen de Raquel. 

 

Cafés de Praga

Los Cafés de Praga

Café Malostranka Kavárna (1874)

Cita de artistas locales. Recientemente restaurado.

 

Café Slavia (1863)
Enfrente del Teatro Nacional.

Con bellas vistas al Moldava. Recientemente restaurado.

Café U Zlatého Hada
Karlova, 18

Cerca del Klementinum o biblioteca jesuita, Tiene buenos helados y dulces.

Café Bily Jelínek
Frente a la casa de Franz Kafka.

Con una agradable terraza con sombrillas.

Café U Tyna
Bajo la iglesia de Nuestra Señora en T´yn,

Sirve el famoso licor de hierbas de Karlovy Vary, Becherovka.

Café E. E. Kisch
Celetná, 2

Llamado así en honor del conocido periodista y cronista local.

Café Evropa
Hotel Evropa.

Tene una auténtica decoración Art Nouveau bien conservada. En el mismo hotel hay un bar con una clientela internacional. Otros hoteles con pianobar son el Palace y el InterContinental.

Café U Fleku (1499)
Flek, 13. Nové Mesto

Abre todos los días de 9 a 23 horas. Lugar nada recomendable pero que sale en todas las guías.

Lugar donde se reunen alemanes celebrando el October Fest en cualquier día del año. Sirve cerveza propia.

Suelen intentar estafar a la gente. Os serviran unos chupitos que los presentan como invitación. Pero luego los quieren cobrar. Insitir en que no habeós pedido eso y que no lo aceptaís, ellos aun con todo intentaran servirlo.

Vidilla del Tortoni

En post anteriores, ya habíamos hablado de este emblemático Café de Buenos Aires, ahora podréis comprobar in situ, gracias a la tecnología, el ambiente y la vidilla de este extraordinario establecimiento.

El Café Viena (Lima)

Las tertulias en el Café Viena:

Desde los tiempos del Café de Bodegones, que funcionó como parte de la influencia de la Ilustración en el Viejo Mundo, estos recintos jugaron un papel importante en la historia política del Perú, aunque su trascendencia fue disminuyendo y confinándose a la literatura, hasta prácticamente desaparecer y formar parte de la leyenda.

Voy a referirme a los grupos que a través del arte y la literatura armaron sus tertulias en los cafés, talleres de pintores y casas particulares en la Lima bohemia del decenio de 1960 y 1970.
Creo que el más influyente en la década de 1970 fue el Café Viena, en la calle Ocoña, cerca del Cine San Martín, en cuya misma vereda quedaba el IAC (Instituto de Arte Contemporáneo), en donde exhibían sus cuadros los mejores pintores del Perú, quienes en su mayoría eran profesores de la Escuela de Bellas Artes, dirigida por Juan Manuel Ugarte Eléspuru. (Es bueno aclarar que hubo algunas buenas discriminaciones en el IAC.)
El Café Viena se llenaba entre las doce y las tres de la tarde, y en las noches desde las siete hasta que daban las diez o las doce. Allí estaba Sebastián Salazar Bondy, quien era director del IAC y crítico literario de La Prensa. Otros asistían al café. La crítica de pintura la hacía en el mismo diario Fernando de la Presa, mientras que para El Comercio la crítica de teatro, literatura y pintura la hacía Edgardo Pérez Luna. En el Café Viena se hablaba de las diferentes corrientes pictóricas que invadían el mapa de América: el abstraccionismo, la abstracto-fuguración, los aletazos del informalismo, lo que quedaba del cubismo. La crítica para la revista Oiga la hizo durante un buen tiempo Guillermo Daly Romero, con esa cultura tan sólida que demostraba en cada una de sus conversaciones y escritos: en la revista Caretas, corrían al alimón Reinaldo Naranjo e Ismael Pinto a través de una página titulada Cuidado con la pintura. Es cierto que don José Flores Aráoz, que dirigía la revista Cultura Peruana, era con frecuencia tema de conversación por los artículos que allí aparecían y siempre se recordaba el famoso empeño que había puesto en esas páginas, Raúl María Pereira en contra del indigenismo. Valgan verdades, la escuela fundada por Sabogal jamás fue tomada en cuenta por las personas que tenían en sus manos la “cultura oficial del Perú”, excepto Juan Ríos y el doctor Juan Francisco Valega “Máximo Fortis”, que escribía de tanto en tanto en la página editorial de El Comercio.
El Café Viena era también lugar de tertulia de pintores como Alfredo Ruiz Rosas, Miguel Ángel Cuadros, Ricardo Sánchez, Carlos Quíspez Asín (compañero de clase en la Escuela de San Fernando (Madrid) nada menos que de Salvador Dalí), Alberto Dávila, Sabino Springett, Antonio Caso, Fernando de Szyszlo y de jóvenes pintores de entonces: Enrique Galdos Rivas, José Milner Cajahuaringa, Leslie Lee (quien fue, años después, director del IAC), Jesús Ruiz Durand, Carlos y Jaime Dávila, Jorge Bernuy (que ya se interesaba por la crítica, cuando era pintor y que luego pudo perfeccionarse en París). Así fue, pintores, críticos, actores, directores de escena, poetas, animadores culturales eran contertulios del café. Allí escuché algunas páginas de Lima la horrible, cuando Sebastián decidió ser ensayista de la ciudad; allí Carlos Aitor Castillo diseñaba los primeros trazos del escenario y de sus decorados para las obras que pondría Ofelia, su mujer, que era actriz. Inmediatamente se diseñaba el programa con un trazo rápido de José Bracamonte Vera. Discutían a voz en cuello, mientras en otra mesa cuchicheaban el programa de los conciertos de invierno Luis Antonio Meza, con la gente del conservatorio.
En el Café Viena se esbozaron catálogos para muchas exhibiciones, se escribieron muchos prólogos y presentaciones para exposiciones y cuentos, como la de Sebastián (nuevamente), al libro de cuentos Ñahuin de ese gran prosista que fue Eleodoro Vargas Vicuña. Se leían en voz alta, pero sólo para los contertulios de la mesa, las notas periodísticas que saldrían al día siguiente en algún diario.
A comienzos del decenio de 1970 llegó de Argentina Elida Román, quien, con el transcurrir del tiempo, sería crítica de pintura y a mediados de la década pasó a ser directora del Instituto de Arte Contemporáneo, cuando Leslie Lee viajó a Londres con una beca del Gobierno británico.
Se sentaban a la mesa de artistas y pintores: Alberto Bonilla, entonces director de la Agencia ANSA y, luego, uno de los más calificados críticos, llamados también comentaristas, de la política peruana, quien con el transcurrir del tiempo llegó a ser jefe de la página de este tema en la revista Caretas; Julia Ferrer, una de las actrices más calificadas de entonces (también una diva), y Herman Piscoya, uno de los escultores de estructuras metálicas más ambiciosos que ha tenido nuestro mundo plástico.
El Café Viena fue un bastión como lo serían también Café Versailles, el Café-bar Palermo, el Chino-Chino, el Hueco de la Pared o el Bar Zela. Talleres y huariques que cobijaron también la creación de la bohemia de entonces.

José Antonio Bravo para el diario EL PERUANO.

hoy tomamos café en....

hoy tomamos café en....
Descubrir los cafés de Italia es y será siempre una fascinación ante aquellos lugares de otra época.

Estos cafés hoy por hoy, a pesar de haber pasado por tempestades, guerras, revoluciones nos pueden brindar su encanto intemporal donde tomar un expresso como solo los italianos saber hacerlo es un lujo por ello queremos que el Viejo Caffé Florian de Venecia bajo las arcadas de las Procuratie nuove en el lugar mismo donde lo dejara Goldoni .

El Florian abrió sus puertas en 1720, el nombre que diera su dueño: "Floriano Francesconi"pero la costumbre de los venecianos de darse cita con un simple "andemo da Floriano se impuso dándole el nombre actual.
En el café Florian nos sentamos en los elegantes gabinetes revestidos de preciosas maderas y decorados con espejos y risueñas figuras alegóricas. Con los ojos semicerrados vemos interiormente desfilar las imágenes del día mientras dejamos fundir en la boca un aromático sorbete que luego clalentamos con un exquisito café

Café Tortoni


El Café Tortoni es un local emblemático de Buenos Aires. Está ubicado en la Avenida de Mayo. Es un Café con historia. En palabras de José Gobello, periodista y presidente de la Academia del Lunfardo, "El turista que llega a Buenos Aires tiene toda la ciudad en el Tortoni: el pasado, en las paredes; el presente, sentado en las mesas; el futuro, en el entusiasmo de la gente que trabaja allí por la cultura"

El Tortoni es, no solo un lugar de encuentro, sino también de producción y difusión artística; símbolo de la Avenida de Mayo; sitio de interés cultural; escala obligada pare los turistas y el rincón por excelencia de la memoria urbana.

Este café se inauguró cuando la provincia de Buenos Aires se había separado del resto de la Confederación. Un inmigrante francés de apellido Tuan abrió sus puertas a fines de 1858. El nombre del local lo tomó prestado de un Establecimiento del Boulevard des Italiens, en el que se reunía la élite intelectual parisina del siglo XIX.

El primer local del café Tortoni estaba en la esquina de Rivadavia y Esmeralda. Poco después se mudó al local de Rivadavia 826. En 1880 se construyó un nuevo edificio en la manzana de enfrente. La decisión del intendente Torcuato de Alvear de abrir la primera avenida de la ciudad apuró el nuevo cambio del Tortoni; era necesario construir una nueva entrada sobre lo que sería la Avenida de Mayo. Y en 1893, el café abrió sus puertas en Avda. de Mayo 829. El nuevo dueño, un francés de apellido Curuchet fue el anfitrión del local hasta 1927, y el encargado de fomentar la concurrencia del público bohemio. Para diseñar la nueva fachada, se convocó al arquitecto Alejandro Christophersen.

Bajo la dirección de Curuchet, artistas e intelectuales ganaron un lugar de privilegio en el café, pues conferían lustre y fama. Allí se generó un centro de producción. y difusión cultural, gracias al cual el 25 de mayo de 1926 se fundó la "Peña del Tortoni", que le dio brillo y mística al lugar, y lo hizo punto de reunión de grandes personalidades. En el leyó su primer cuento Roberto Arlt; allí tocó sus tangos Juan de Dios Filiberto y allí expuso sus pinturas don Benito Quinquela Martín. Participaron también Antonio Cunil Cabanellas; Raúl Scalabrini Ortiz; Conrado Nalé Roxlo; Leopoldo Marechal; Emilio Pettoruti; Raúl González Tunón; Alfonsina Storni; Baldomero Fernandez Moreno; Lola Membribes; el presidente de la Nación , Marcelo T. de Alvear. Todavía se recuerda la ensalada de flores que solía pedir Xul Solar o la Indian Tonic Cunnington que bebía Borges; sin olvidar tampoco a Edmundo Rivero o Carlos Gardel.

El Tortoni también recibió la visita de ilustres españoles como Ortega y Gasset; Ramón del Valle Inclán y Federico García Lorca, junto a Miguel de Unamuno. Frente al campo literario polarizado de Florida y Boedo, la peña del Tortoni nació como un lugar neutral donde convergieron artistas, hombres de teatro y escritores de las mas variadas tendencias, tal como se explica en el libro "Buenos Aires, los cafés literarios"". Las reuniones de la peña duraron hasta 1943; así y todo, las actividades culturales continuaron y hoy en día se organizan espectáculos de tango y jazz, y se recitan poesías y fragmentos literarios que incluyen charlas y debates. La caja registradora todavía ocupa su lugar, aunque solo sea un elemento decorativo. Entre los clásicos del Tortoni están la leche merengada (la copa tradicional es un helado con crema, claras de huevo batidas a nieve y canela); la cerveza y la sidra "tiradas" y el chocolate con churros, en invierno.

CAFÉ POMBO

CAFÉ POMBO

      Este café fue en edén sagrado de la cultura liberal y vanguardista de la época, liderado por el genial periodista y escritor Ramón Gómez de la Serna, el mago de las letras creador de maravillosas greguerías y uno de los mayores exponentes delperiodismo.

      La conocida tertulia del Café Pombo fue creada en 1912, estas tenían lugar en Sábado noche, donde los miembros del movimiento vanguardista, tanto renombrados como nuevos, se reunían para charlar, pero una excepción se cernía en las conversaciones a petición de Gómez de la Serna. La política estaba vetada.

     Aquel mítico emplazamiento cultural ocupaba los sótanos de la finca de la calle Carretas a espaldas de la Casa de Correos, hoy sede del gobierno Autónomo de Madrid, en la Puerta del Sol. En aquel histórico sitio se vieron pasar a la gente de la Generación del 14.

BETTY BOOP'S café

BETTY BOOP'S café

   Para los que queréis deleitaros con el auténtico café americano, el mejor lugar es el Betty Boop's café.

Ella fue creada por el artista Natwick basado en el personaje de la cantante Helen Kane.

Ella apareció al mundo el 8 de agosto de 1930, en los estudios de Fleischer, animó brevemente "platos mareados".

   ¡Betty celebró recientemente su 65 cumpleaños y se celebra como la priemra estrella femenina principal de la historieta!.

Una visita al Rick's Cafe de la pequeña Habana

Una visita al Rick's Cafe de la pequeña Habana

Ése es el titular de un artículo escrito por Marta Torres para la versión digital del periódico La Razón.

Y esto, lo que cuenta del local:

Los exiliados cubanos debaten cada día, desde hace 35 años, el futuro de su isla en el mítico Café Versalles en Miami

 Es un lugar mítico de Miami. El Café Versalles, donde los cubanos exiliados discuten a diario el futuro de su querida isla, sabe a puros cubanos y a café con leche con un vaso de agua. Su creación, en 1971, coincide con la llegada de María Bufi. Tenía 25 años y volaba en uno de los últimos aviones que aterrizaron desde Cuba. Pisó tierra firme junto a su marido y con dos niños pequeños de la mano, sus dos hijos, de 2 y 5 años. «Me vine por todo lo que pasaba con Fidel...», admite con la mirada perdida, quizás piensa en Cuba, a la que «me gustaría volver». El sabor del menú, al más puro estilo cubano. Moros y cristianos -habichuelas negras con arroz blanco-, ropa vieja y pescadito frito, les transporta cada día en un viaje muy corto, pero lleno de sueños a su querida isla.
   Jorge Miguel García pertenece a la generación de los niños de la «operación Peter Pan», realizada entre diciembre de 1960 y octubre de 1962 y coordinada por Estados Unidos, la Iglesia Católica y los cubanos disidentes. Hasta 14.000 niños, hijos de opositores al Gobierno comunista, se trasladaron durante esos meses. Este plan también se aplicó a los hijos de los padres que tenían miedo de que enviasen a sus pequeños a campos de trabajo soviéticos. José Miguel admite que: «Yo llegué con 9 años a Miami. Cuba lleva 47 años sumida en una mentira. Se tiene que enterar todo el mundo de las verdades sobre la realidad del país. No tenemos la mejor educación ni sanidad del mundo porque esto es sólo para los extranjeros. Los cubanos tenemos que llevar la bombilla, las sábanas y otras cosas más. Sólo atienden bien a los que llevan dólares y euros», concluye mientras recuerda que su padre estuvo en la cárcel por no estar de acuerdo con las ideas de Fidel Castro. José Sánchez escucha con atención las palabras de su compatriota. Está cansado de las leyendas de la revolución cubana. «¿Qué pasa con esa gente que lleva la camiseta del Che Guevara. Cuba era un país del primer mundo y ahora es del décimo. El Che era revolucionario, pero Fidel lo único que quiere es poder. Es un 60 por ciento fascista, 40, estalinista y 100 por cien fidelista», explica. Por otro lado, con respecto a la posición española, José Sánchez piensa que: «Zapatero está en la bobería, y su antecesor socialista, Felipe González, se desencantó de Fidel. Este último intentó que entrase con la cosa de los derechos humanos, pero entendió cómo era Fidel», sentencia.
   Falta de carisma. Jorge Miguel García apunta que «el gran engaño» ha sido la gran baza de Fidel Castro. «Decía que Estados Unidos iba a acudir en cualquier momento a atacarnos, pero al final ha bajado el fusil y le ha dado las riendas a su hermano». Pero, no cree que dure mucho porque Raúl no tiene el mismo carisma, anticipa mientras Yanelis, de 33 años, les recoge los platos. Yanelis, cubana, pero de otra generación, presta poca atención a lo que ocurre. Ella sólo sabe que «abrimos a las 7 de la mañana y cerramos a la 1 de la noche», mientras levanta la voz. Fuera sólo se escuchan gritos de «Castro, Castro, vete pa'l carajo». Todos ellos llevan dos días de espera desde que se supiera que el dictador cubano había traspasado el poder a su hermano Raúl. Una espera que se ha prolongado durante los últimos 47 años.
   Son casi las 22:00 horas y todavía a Yanelis le piden cafés. Jorge Miguel García reconoce que «están muy bien para dormir. Yo sin mi café cubano, que no me duermo, fíjate».
   

EL BUDI

EL BUDI

Ya iba tocando inaugurar la sección Locales.

El Ginger, El Desván o, simplemente Donde Budi. Todos estos nombres le cuadran al local del que voy a hablar en este post. Hace dieciseis años se inauguró como Ginger, y así lo sigue conociendo la parroquia de siempre; desde hace cinco, cuando se hizo la reforma que lo dejó como veis, es El Desván, nombre por el que lo conocen los nuevos habituales; pero unos y otros, cuando vamos allí, vamos Donde Budi, que es el apodo, mote o alias del dueño del local (y éste sí que no ha cambiado).

El café es bueno; el sitio acogedor o concurrido a según qué horas. A mí me gusta ir a tomarme allí el cafetito de media mañana y pelearme con Víctor para que me lo ponga en un vaso cutre de los de toda la vida en lugar de servírmelo en las tazas de diseño con que han renovado el menaje. Y al que le guste el café con crema, que vaya cuando esté Diana.

Llevo tantos años yendo allí que casi es una segunda casa.